La vida tiene un guion que rara vez comparte con nosotros. A menudo trazamos mapas detallados, creyendo controlar nuestro destino, pero su verdadera magia reside en las sorpresas, en esos desvíos que nunca vimos venir. Un encuentro casual que se convierte en un lazo eterno, una puerta que se cierra para revelar un horizonte más amplio, o una dificultad que despierta una fortaleza desconocida.
A veces, estas sorpresas nos desconciertan y nos obligan a recalcular. Sin embargo, son precisamente esos momentos imprevistos los que nos moldean, nos enseñan a ser flexibles y nos regalan las lecciones más valiosas. Abrazar la incertidumbre es aprender a bailar al ritmo de la existencia, aceptando que los mejores regalos son aquellos que no pedimos.